Hum, verán… como bien saben,(¡ups, creo que tan solo se los he mencionado unas siete mil setecientas setenta y siete veces, ja, ja, ja!), me gusta mucho escribir… Mmm, desde que era un niño, disfrutaba de garabatear historias cortas (que nunca salieron a la luz… ¡Alabado sea el cielo!, o hubieran sido testigos de mis terribles dibujitos, ja, ja, ja), ¿saben por qué? ¡Ejem, ejem!, porque en las historias que escribía, podía ser yo mismo, convertirme en el héroe de mi propia película (¡bájale a tus clichés, bro!)… ¡A ver, a ver, recapitulemos un poco! Lo que realmente estoy tratando de decir, es que, de niño o adolescente, “muuuy” raras veces (¡sí, como no, raras veces, ajá!), te conviertes en el idealizado sueño de tus padres, o sea, un jugador de baseball profesional, un abogado o político sobresaliente… o tal vez, el médico que descubre la cura para una bizarra enfermedad… (Mejor ni sigo hablando, porque actualmente, soy yo quien quiere convertirse en papá… ¡A ver cómo me va en la feria, ahora que lleguen a nuestra vida los nenes que mi esposo y yo soñamos adoptar!🥰)
¡Eso no suena nada mal!, uff, uff… (¿a quién quieres engañar, mi cuate?) ¿Te digo un secreto a voces?, lograrlo (si es tu propio anhelo, ¡eh!) sería GRANDIOSO, pero, “ir a por ello” (¡como dicen los españoles!) porque hará feliz a alguien más, mmm, a la larga, únicamente te hará sentir que este extraordinario regalo que es; VIVIR, se transforme, en ocasiones (¡ay mojo maistro!, ¿solo en ocasiones?), en una asfixiante rutina que, sin duda alguna, te permitirá pagar tus cuentas y llegar a “ser alguien” (¿Qué, quééé? 😖¿Cómo que llegar a ser alguien? ¡Espérame tantito!… ¡Ah, sí, esa es harina de otro costal!) … ¡Sin embargo, este: “complacer a otros”!, evita que la semilla de la felicidad, que se esconde en tu corazón, brote y de frutos.
¡Uy!, recuerdo perfectamente aquella noche, en la sala de mi casa, cuando le dije a mi papá que quería estudiar: “Filosofía y letras” 😱… Ayayay, ¿para qué lo hice?, je, je, je. Me lanzó todo un sermón, alentándome a convertirme en médico (¡wow, sinónimo de millonario, en aquel entonces, je, je, je!). Y, ¿te digo la verdad? El error no fue de mi papá, sino mío (¡gulp!), porque no me mantuve fiel a mis sueños… haciendo que la historia de Arlo, se quedara en coma por décadas (¡snif, snif, ya ni llorar es bueno!). Mi papá hizo lo que pensó que era lo mejor para mí, no obstante, yo no lo hice. Espera, espera, no todo se perdió, ¿okey?, porque cuando un sueño está tan arraigado en tu corazón, la vida lo trae a tu presente, como una suave brisa (¡ya, ya, ya, qué poético!) y siempre, SIEMPRE tienes una segunda oportunidad. TOOODO esto, no tan solo lo viví en carne propia, (¡no, señor!) sino que lo he visto, en aquellos con los que conviví, a lo largo de mi vida, como médico, profesor o instructor de yoga.
Esta vida, TU VIDA, te fue obsequiada para que dejaras florecer los sueños, alegrías, amor y éxitos con los que naciste. No eres un cúmulo de átomos, células u órganos que deben trabajar de 9 a 5, de lunes a sábado, sin permitirle a tu espíritu respirar y guiarte… Sí, sí, ya sé que hay que comer, pagar la luz y el agua, trabajar y todo lo demás, peeero, ¿dónde quedan los anhelos del corazón? (¡ah, verdad!). Aquellos que, quizás (eso digo yo, je, je, je), sean lo único que te lleves cuando partas de este mundo (todo lo demás aquí se queda, y, ¡de eso sí estoy seguro!).
Lo único que puedo sugerirte es: ¡VIVE! ¡Sé tú mismo! ¡Respeta a los demás como respetas a tu cuerpo, a tu mente y a esa chispa divina, en lo profundo de tu ser (¡a lo que solemos llamar espíritu, puej 🙄!). Eso es precisamente lo que me enseñó: Arlo, el pequeño mintab, y fue así, como su historia nació, haciéndome enamorarme de ella, a tal grado, que no he cesado en mi afán por conseguir, uno de los sueños MÁS GRANDES de mi vida: convertirme en escritor y publicar mi primer libro (¡gracias, editorial: Babidi-bú, por ser mi cómplice en este gran anhelo!).