¿Quieres saber cómo dio inicio esta increíble aventura? Pues, verás, hubo una vez, en un lejano país… (¡ja, ja, ja, demasiado!, ¿no crees?). No, ya en serio, mmm, déjame hacer memoria. ¡Ah, sí, ahora lo recuerdo bien!
Desde que era un niño, gracias a mi querido abuelito (qepd) quien me contaba increíbles historias, como la de “La víbora de los cien metros” y “El caballito de los siete colores” (¡que no sé si las leyó o se las inventó, eh!), me sentí profundamente atraído por la lectura. En esa entonces, mis libros favoritos eran: “Corazón: diario de un niño” del autor italiano Edmundo de Amicis, y “Hombrecitos” de la escritora estadounidense Louisa May Alcott (ambos, fueron regalos de cumpleaños que me dio mi papá), y al vivir esas historias (es decir, al leerlas), me sentí motivado a participar en un concurso local de cuentos, que de alguna forma, un tanto misteriosa, me habré enterado… Hum, es decir, no me acuerdo como me enteré, pero quiero escribirlo de una manera bonita, ja, ja, ja. (¡Vamos, no sean así, tan solo tenía nueve años!). ¡Raudo y veloz cual ágil gacela!, tomé papel y lápiz, y comencé a garabatear la que sería mi primera historia (¡hasta dibujitos le hice!). Muy orondo, se la di a mi papá para que la enviara al concurso. Y esperé y esperé… y seguí esperando, y nunca más supe del dichoso concurso (¡tiempo después me enteré de que mi papá nunca había enviado mi cuento, mmm! Pero esperen, no lo juzguen tan severamente, no era más que una hoja arrancada de un cuaderno y escrita a mano, ja, ja, ja.). No obstante, la semillita de convertirme en escritor ya había sido plantada.
Mi segundo intento fue durante la universidad (ah, por cierto, cabe aclarar que no estudié literatura sino medicina… ¿Por qué? ¡Uy, esa es otra historia, je, je, je!). Todo comenzó un fin de semana, en el que me sentí tan inspirado, que comencé a escribir un viernes por la tarde y no me detuve hasta el domingo por la madrugada. Ese fin de semana, me desconecté por completo del mundo y me dejé envolver por la creatividad. Al terminar, me sentí sumamente orgulloso del resultado y, luego de algunas semanas de vacilación (pues era una historia LGBT, que en aquel entonces no era algo bien visto), me decidí a compartirla con la escritora veracruzana, Oralia Méndez Pérez (quien se tomó muy en serio la revisión de mi manuscrito. ¡Muchísimas gracias, Oralia!). Ella me incentivó a publicarla, pero de nuevo, el miedo al rechazo (es decir, a la homofobia), pusieron en un prolongado estado de coma, a mi más grande anhelo.
Fueron pasando los años y yo seguía escribiendo (para mí mismo), mientras me dedicaba a desarrollarme como profesor de idiomas, instructor de yoga, meditación y masajes terapéuticos, life coach y médico acupunturista (¡y ya casi que vendía mole los domingos, ja, ja, ja!), todo, menos seguir mi pasión. Luego de casarme, (¡sí, sí, estoy felizmente casado y me siento sumamente orgulloso de mi esposo Ste!❤️) Me encontraba en mi departamento de Pinhal Novo, a las afueras de Lisboa (olvidaba decirte que otro de mis más grandes sueños, era vivir en el hermoso país de Portugal), disfrutando de un baño caliente (ayayay, a veces el frío sí que cala por aquellos rumbos, je, je, je) cuando sentí un inesperado impulso de compartir el primer capítulo de una de mis historias, la cual había sido inspirada al estar en contacto con el agua (¡playa, río y hasta en la bañera, ji, ji, ji!) con alguna editorial. De una manera inexplicable, me sentía totalmente convencido de que había llegado el momento (¡finalmente!) de publicar mi primer libro. Rápidamente (como guiado por una fuerza superior, o al menos eso fue lo que sentí), comencé a buscar opciones (¡y vaya que hay muchas opciones!). De repente, el nombre de “Babidi-bú” atrajo mi atención y sin pensarlo mucho, envié el primer capítulo de “Arlo, el pequeño mintab” (ups, que en aquel entonces se llamaba “las aventuras de Arlo”). Sin duda alguna, era el momento de sacar del tintero, la primera parte de una saga que pretende inspirarte a ir en busca de tus más grandes anhelos, tal como lo ha hecho conmigo. Te invito a que formes parte de esta fantástica aventura, que, sin duda alguna, ha transformado mi vida, llenándola de alegrías y satisfacciones.